Creo que
al final las lechuzas nunca se equivocaron. Yo no iba a ser la excepción,
claro. Las lunas y sus historias míticas
desaparecieron en medio de arenales y de ruinas que nunca conocimos. Los
dragones que dibujamos en el cielo no regresarán a mi corazón. ¿Tú tampoco?
Siempre
he creído que sobrepensar las cosas está mal, pero cómo no hacerlo, si es que
al final nunca comprendí qué era pensar en ti, a que conllevaba eso y qué
consecuencias me traería. Pero aun así decidí estar ahí, cerca de ti. Me
imaginé muchas cosas positivas y negativas. Soñé muchas cosas juntos, como si
fuera difícil no hacerlo. Me apresuré, quizás, pero a veces las cosas salen de
control y luego aparecen los extramuros, terribles, como los que rodean tu casa
y te separan unos metros de mi genealogía.
Todas
las noches que me sentaba en el parque de tu casa imaginaba qué palabras
utilizarías para acabar con todo esto. Tu mirada seria y angustiada. Tus labios
rígidos y tus cabellos que ocultaban tus orejas de elfa. Lo intuía, sabes, pero me aferré a una
ficción, a un bestiario de animales tiernos y feroces que inundaban nuestras
conversaciones y redes sociales. Pero ayer, el día más frío del año, los gatos
se han convertido en fotografías raras, extrañas y sin sentido. Ayer decidiste
marcharte. El sol no quiso salir más.
P. D. :
Soñé que
el amor era una habitación con luces verdes. El ambiente era de fiesta, pero
con canciones tristes. Yo estaba sentado en una esquina, solo, rodeado de fantasmas
que me tenían miedo. Bailaban entre ellos, pero de rato en rato me miraban de
reojo, sigilosos ante mis movimientos. Entonces pensé en ti y en cómo te verías
durmiendo con un atrapasueños girando como un astro multicolor sobre tu cabeza,
mientras te mueres de frío y de miedo.
¿Yo
también fui un fantasma en tu vida?
Todas las historias de amor son historias de fantasmas. Menos mal, ¿no?
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