A Leonardo
Hay
un hombre tocando el piano en un sanatorio. Sus dedos son los balbuceos de un
cuerpo anónimo. Pienso en él, en su soledad, en el padre que esclavizó su
infancia en un cuadro de Goya.
Hay
un hombre tocando el piano en una habitación de Casa Grande. Su nombre se
asemeja al de un gánster que corre tras su presa. Su pesimismo es una aspirina
atascada en la garganta. El amor es
pasajero – me dice- mientras lee a Dostoievski en las pechos de una puta.
Hay
un hombre tocando el piano en la banca de un parque. Las palomas se cagan en su
cabeza. Pero él se caga en Dios, en su familia
y en su propia existencia.
Hay
un hombre tocando el piano en el teatrín del INC. Junta crepúsculos en su sien. Predice los períodos menstruales de una
indígena y llora desconsoladamente en la oscuridad de su sombrero para que
todos piensen que es un acto de magia.
Hay
un hombre tocando el piano y no sabe quién es pero yo si lo sé es simplemente
un hombre tocando el piano mientras yo aplaudo.
Comentarios