
He crecido
veinticuatro años a tu lado, y no me arrepiento. Aún tengo mis orejas pegadas a
esa pared que nos separaba de los golpes y gritos de papá. Yo nunca se lo
hubiese perdonado, pero tú lo hiciste, y aprendiste a amarlo más aquella
tarde en la que lo miraste por última vez. Para ese entonces ya me habías
enseñado mucho, me contagiaste tus pesadillas y tus incipientes inclinaciones
al arte.
Podría
decirte tantas cosas, negro, pero a veces los sentimientos son palabras
cortadas a destiempo. A veces somos tan distintos, tan opuestos. Yo soy blanco,
tu eres negro. Yo soy renegón, tú eres alegre. Yo estoy leyendo a Tolstoi, tú a
Jodorowsky. Yo soy de la U, tú de la alianza.
Pero
tenemos algo en común: ambos somos padres.
Pd: Gracias
por permitirme ser el padrino de tu hija. Espero que aprendas a terminar un
libro de más de 200 páginas. Es por tu bien.
Comentarios